miércoles, 22 de octubre de 2008

El camino

El camino.
Muchas veces se ha usado la metáfora del camino para referirse a la vida misma. “Un camino de espinas”, para remitirnos al dolor, “un camino cuesta abajo o cuesta arriba, según las dificultades que nos toca pasar. “Tomamos caminos diferentes” cuando decidimos separarnos de alguien. “Nuestros caminos se cruzaron”, cuando nos encontramos con alguien. Y como dice la canción: caminantes no hay caminos, se hace camino al andar…
Cada uno de éstos esta trazado por las decisiones que tomamos, por los eventos que marcan huellas en nuestra humanidad. Por los accidentes o incidentes, por las alegrías, por las tragedias, por las buenas y las malas, rosas o espinas.
Pero la principal característica es que en ellos, cada uno es su principal protagonista. Cada camino es un destino. Una obra unipersonal.
Ahora bien, que sucede con aquellos cuyo destino queda reducido a sentarse a la vera del camino de los otros?
En un suspiro se escapa su aliento. Encorvadas hacia delante en su sillón. Con mínimos movimientos siguen con sus ojos grises a quien pasó a su lado. Con un silencio profundo poblado de recuerdos (tal vez).
Están ahí, solamente. No saben de celulares, (cuando para nosotros es difícil imaginarnos la vida sin ellos), ni computadoras. Muchas ni siquiera aprendieron a leer porque en “sus tiempos” no hacía tanta falta. No se explican porque hay tantas mujeres desnudas en las revistas, si antes era mal visto mostrar las rodillas.
No deciden que van a comer o como se van a vestir, ni siquiera si van a salir al jardín.
Son mujeres que por diversas razones han quedado solas, y su avanzada edad o deterioro físico les imposibilita ser autosuficientes. Por lo que en resguardo de su seguridad se optó por internarlas en un Hospital Geriátrico.
Entonces cómo aplicar correctamente la metáfora? Porque para los demás que transitamos, la vida sigue, con sus cambios, altibajos, ganancias y pérdidas, pero a ellas las vemos detenidas en un “sin tiempo” al costado del camino, apenas perceptibles, olvidables.
¿Será que el ritmo vertiginoso de los tiempos que nos tocan vivir han convertido nuestro camino en una vía rápida, donde detenerse por un instante a contemplar lo inminente del paso de los años en el semblante de una mujer, implica relegar tareas impostergables?
¿O acaso es el miedo a lo inminente lo que provoca que aceleremos nuestro camino para no detenernos a contemplar?

1 comentario:

Diana Campos dijo...

excelentes imagenes!!!!
ahora...¿O acaso es el miedo a lo inminente lo que provoca que aceleremos nuestro camino para no detenernos a contemplar?
Interesante el planteo sobre el hecho contemplativo . Lectura del cap. iv de la antiestètica y despues , el martes charlamos????