¿Qué hago con lo que veo?
He estado realizando visitas al Hospital Geriátrico y he podido apreciar imágenes conmovedoras, historias de vida, expresiones de los más variados sentimientos y con ellos he conformado un bagaje de conocimientos que me gustaría transmitir para que otras personas puedan sentirse afortunadas como yo de poder aprehender esas experiencias.
Heme aquí ante un profundo dilema: gran parte de la angustia y expresiones de tristeza y soledad que pude ver en ese lugar se debían a que esas señoras padecían ausencias, una larga espera por alguien que “en cualquier momento debe llegar”. Entonces ¿puedo yo pretender sensibilizar con mi trabajo a una sociedad que encarna esas ausencias?
Prefiero realizar mi tarea sin demasiadas pretensiones, no por que no tenga fe en los sentimientos de los demás sino por que quiero ser fiel a mis propia subjetividad y no estar sujeta al que sentirán lo otros.
Las ausencias. Bien podría ser ésta la frase que resume y condiciona los estados de ánimo de estas damas.
La ausencia de juventud: que se fue llevándose afectos, alegrías, dinamismo y dejó junto con los recuerdos, esos surcos en la piel y la expresión en la mirada de angustia ante un presente lleno de vacíos.
La ausencia de utilidad: contemplarse las manos, los dedos deformados y cruzarlas una sobre la otra para que reposen inmóviles, cuando en otro memento labraban la tierra y amasaban el pan.
La ausencia de sí mismas: convertidas en una mas, lejos quedaron los gustos personales, las preferencias, que distinguen e individualizan.
La ausencia de los otros; esos que traen noticias del mundo, de la familia y que por momentos las hacen sentir parte de su realidad. Los que vienen cuando pueden por que tienen sus ocupaciones.
La ausencia de voz, porque para quien quiere escuchar, los silencios son ensordecedores.
He estado realizando visitas al Hospital Geriátrico y he podido apreciar imágenes conmovedoras, historias de vida, expresiones de los más variados sentimientos y con ellos he conformado un bagaje de conocimientos que me gustaría transmitir para que otras personas puedan sentirse afortunadas como yo de poder aprehender esas experiencias.
Heme aquí ante un profundo dilema: gran parte de la angustia y expresiones de tristeza y soledad que pude ver en ese lugar se debían a que esas señoras padecían ausencias, una larga espera por alguien que “en cualquier momento debe llegar”. Entonces ¿puedo yo pretender sensibilizar con mi trabajo a una sociedad que encarna esas ausencias?
Prefiero realizar mi tarea sin demasiadas pretensiones, no por que no tenga fe en los sentimientos de los demás sino por que quiero ser fiel a mis propia subjetividad y no estar sujeta al que sentirán lo otros.
Las ausencias. Bien podría ser ésta la frase que resume y condiciona los estados de ánimo de estas damas.
La ausencia de juventud: que se fue llevándose afectos, alegrías, dinamismo y dejó junto con los recuerdos, esos surcos en la piel y la expresión en la mirada de angustia ante un presente lleno de vacíos.
La ausencia de utilidad: contemplarse las manos, los dedos deformados y cruzarlas una sobre la otra para que reposen inmóviles, cuando en otro memento labraban la tierra y amasaban el pan.
La ausencia de sí mismas: convertidas en una mas, lejos quedaron los gustos personales, las preferencias, que distinguen e individualizan.
La ausencia de los otros; esos que traen noticias del mundo, de la familia y que por momentos las hacen sentir parte de su realidad. Los que vienen cuando pueden por que tienen sus ocupaciones.
La ausencia de voz, porque para quien quiere escuchar, los silencios son ensordecedores.